Había pasado la noche en vela, deleitándose con un vicio tras otro a modo de adormidera. Primero el café, después más café y finalmente una mesa repleta de fotos impresas que ordenaba impulsivamente con la mano diestra y enguantada mientras sostenía con la zurda una taza, como no, de humeante fuel creativo. Las fotografías habían pasado de un orden a otro sin encontrar la pauta narrativa que le contase aquello que debían contar. No eran buenas, no eran suficientes y ahora se encontraban desperdigadas por la mesa y el suelo en un completo caos.
Continuará




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