De cuando Anney realizó la prueba para trabajar bajo el mecenazgo de cierta compañía de renombre, en ciertas tierras.
Lo que compuso y embelesó al público fue lo siguiente:
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| © Marta Nael |
Sobre un ancestral auditorio una mujer lleva con delicadeza su violín al hombro, afinando en unas primeras notas y dirigiéndose al público.
—Que la melodía de estas notas acaricien vuestra alma, sentid que soñáis despiertos, que son vuestro alimento. Escuchad a esta pues, vuestra encandiladora...
En su rostro una presente sonrisa, en su cuerpo una reverencia, y un instante después el arco del violín se desliza hacia su hombro, los ojos se cierran y las primeras notas salen de sus manos con una melodía suave que va envolviendo y acompañando los tenues sonidos del bosque.
El auditorio, el público, guarda silencio. A través del mismo, una embriagadora voz que cuenta:
—Como el viento que mece nuestro cabello a su antojo, así los destinos se han trazado bajo el telar del misterio. Mientras pensamos en que camino tomar, las suertes son echadas a voluntad.
¿Qué nos queda entonces de los días pasados? Lo que permanece, el aire vacío que ha de volverse a llenar.
Con el compás de la música, la mujer se mueve como si una suave brisa azotase su cuerpo en forma de junco.
—¿Puedes alcanzar el aire con tu mano?, retenlo para mi esta noche Pues en él las historias pasadas y los destinos, encontraré.
Las notas son ahora más enérgicas y pasionales, como si saliesen de sus entrañas, lo que se aprecia en el rasgar más violento del arco de violín.
—Acariciame con esa mano llena de buenas y malas suertes Y guiña conmigo este ojo medio ciego, pues la vida no es un para siempre y en la búsqueda de la eternidad he dejado mi dicha y mi felicidad.
—Tiendeme la mano...
Una nota queda y lánguida, mantenida, acompaña a la apertura de ojos de nuestra protagonista quien en un susurro que atraviesa la suave melodía deleita:
—Sóplame en esta noche ya madura, a tu antojo y tu vaivén
¡Oh! bendita suerte la mía, que en tus ojos la dicha de la fortuna encontré.
—Despierta… despierta… despierta...
La mujer descuelga con gracilidad el violín de su hombro y agarrándolo con firmeza se inclina hacía el público.




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