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| © Paula InBlue |
Su voz resonaba por toda la cueva, las palabras eran devueltas por las paredes como si de un coro se tratase, un coro que María incrementaba con las tres repeticiones:
Fuego crepitante purifica la lumé con la quema de las hierbas su esencia y la ceniza
Recogeremos el fruto si la quema es propicia, gusanos y podredumbre si es maligna.
esparciremos en este primer mes lunar las cenizas en la tierra de nuestra aldea
las varillas del golpearan las lindes del bosque, su troncos te llevaran nuestra ofrenda
alejaremos el espíritu del año viejo y daremos paso al nuevo.
María alzo nuevamente el medallón. El maullido del parduzco gato se elevó por encima de los cánticos del conjuro, su pelaje se erizo dejando asomar sus colmillos.
Abrimos el paso con este fuego
Observa mi señora el amuleto de las que hoy día seguimos a nuestros ancestros
Acepta a una hermana entre nosotras
Pues pocos somos ya en esta tierra
Las meigas o bruxas de druidas descendemos
Para proteger la tierra nuestra como hicieran ellos
Deja correr nuestra sangre, en la espiral del bien y el mal
Que la indecisión no nos guíe erróneamente
Y nosostras, siervas de esta humana tierra
Tengamos un lugar en Tir N-aill
Ofrecemos nuestra voluntad en esta noche…
―¡Prendedlas!, los hombres, con el sacerdote portando la cruz caminando tras ellos, llegaron hasta la gran sala. Escuchando las antiguas palabras en boca de las dos mujeres.
―¡Lengua de Satanás, siervas del mal¡
Continuará...




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