Pudieran haber sido avispas contra mi dedo, el meñique, ese que
extiendes con cariño para ofrecérselo a alguien que te importa. Eran las
afiladas espinas de un cactus seco, que de intentar tocarlo en su parte
dulce y echarle unas gotas de agua, había agujereado cada rincón de la
yema de mi dedo. Dolía, pero no podía culparlo, a fin de cuentas era un
cactus, pinchan, es lo que hacen.
Retazos del proyecto ECDM (Pronto desvelamos más)
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