Día 5
El valle gemía en sus crujidos de despertar. Se abría inmenso extendiendo los brotes hasta ahora durmientes en pequeños nudos verdes. Algunos ya tenían forma de abanico, aquellos más curiosos; otros, en su timidez, se protegían de mirones que buscaban su nectar desnudo, jóven y fresco con los primeros rayos del alba. Y a un lado, marcando el paso y rociando de alimento transparente: las primeras aguas que bajaban como cascos de caballos blancos salpicando la gracía de las hojas tempranas. La vida bullía en el valle, preparada para posar ante los ojos extraños como musa hermosa y dispuesta.






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